Me han llamado “demasiado sensible” como quien lanza un insulto.
Como si sentir con intensidad fuera un defecto a corregir,
y no un don a abrazar.
Y durante años, lo creí. Me avergoncé de emocionarme con una canción, de llorar cuando alguien me hablaba con dureza, de necesitar ternura como quien necesita aire. Me hicieron pensar que debía endurecerme, hacerme más fría, menos blanda. Pero con el tiempo he aprendido algo que me cambió por dentro:
Ser sensible no es una debilidad. Es una forma de estar en el mundo.
Es ver las cosas con más luz, más profundidad, más amor.
La sensibilidad de cada hombre es su genio.
- Herman Hesse.
La criminalización de la sensibilidad
Nos han dicho que somos “intensas”, que “nos lo tomamos todo a pecho”, que tenemos que “endurecernos”. Como si la vida fuera una especie de campo de batalla en el que sentir fuera un estorbo. Como si proteger el corazón de los demás no valiera tanto como proteger el propio.
Y lo triste es que muchas veces, esa invalidación llega desde cerca: amistades, parejas, incluso familia. Gente que no entiende o no sabe acompañar a alguien que siente hondo.
La sensibilidad ha sido ridiculizada, patologizada, silenciada.
“Te lo tomas todo a pecho.”
“Eres demasiado intensa.”
“Deberías ser más dura.”
Lo dicen como si fuese un fallo de fábrica. Como si el hecho de sentir tanto no fuera también una fuente de belleza, de empatía, de conexión humana.
Mi herida con la sensibilidad: también viene de casa
Amo a mi padre. Nos queremos muchísimo y estamos muy unidos.
Pero si pienso en alguien que me ha repetido hasta la saciedad que soy “demasiado sensible”, es él.
En los momentos más difíciles de mi vida, cuando estaba vulnerable o herida, su respuesta ha sido muchas veces:
“Tienes que ser más dura. La vida es dura. No puedes dejar que te afecte todo.”
Y sé que no lo dice con maldad. Lo dice porque le duele verme mal.
Pero ahí está el problema: hay personas que no saben acompañar la sensibilidad, que no saben qué hacer cuando alguien llora delante de ellos, que se sienten incómodos con la emoción ajena. Y entonces te piden que dejes de sentir, para que ellos no tengan que enfrentarse a lo que no comprenden.
Pero no quiero dejar de ser yo misma. No quiero abandonar una parte tan unida a mi ser.
Porque como dijo Clarissa Pinkola Estés:
"Ser nosotros mismos hace que acabemos exiliados por muchos otros. Sin embargo, cumplir con lo que otros quieren nos causa exiliarnos de nosotros mismos.”
Lo que aporta una persona sensible al mundo
Las personas sensibles tienen una forma única y valiente de estar en el mundo. Son quienes miran con el corazón, quienes recuerdan tu cumpleaños sin necesidad de recordatorios, quienes preguntan cómo estás… y realmente quieren saberlo.
Son las que se emocionan contigo, las que lloran sin vergüenza y ríen hasta que les duele el estómago. Las que escuchan con el cuerpo entero. Las que no se asustan del dolor ajeno. Las que sostienen. Las que no huyen.
La sensibilidad no es un obstáculo. Es una forma de amor. Una habilidad emocional que nos permite habitar la vida con profundidad y ternura.
Y yo no quiero vivir en un mundo que la desprecie. Quiero vivir en uno donde sentir no se castigue, sino que se celebre.
Ser sensible no es una debilidad. Es un territorio. Un hogar desde el que observar, comprender y crear lazos verdaderos.
Como escribió Virginia Woolf: “Sentir es mi única patria.”
Y yo también pertenezco a ese lugar.
La sensibilidad como cosa de mujeres (y por eso, mal vista)
La sensibilidad se ha codificado históricamente como algo “femenino”.
Y, como por desgracia ya sabemos, todo lo que se asocia a lo femenino, se desprecia.
Ser sensible es “de chicas”.
Y ser “como una chica” es malo, débil, menor.
A las mujeres se nos acusa de ser exageradas, dramáticas, emocionales.
Y a los hombres se les impide ser sensibles porque “eso es de mujeres”.
El problema no es la sensibilidad. El problema es intentar encajar en unos roles que nunca irán con nosotros.
Como escribió Audre Lorde:
“Cuidarme a mí misma no es autoindulgencia. Es autopreservación,
y eso es un acto de guerra política.”
Reivindicar la sensibilidad es también un gesto de amor propio, de amor a lo que somos, de amor a lo que representamos.
Porque nos han dicho que para sobrevivir hay que ser duras.
Pero nosotras elegimos una vez más la sensibilidad. Elegimos sentir.
Elegimos no dejar de ser.
Porque no hay nada malo en ello.
La sensibilidad es un regalo, no una condena
El mundo no necesita más frialdad. Ya tenemos demasiado de eso.
Necesita más gente capaz de conmoverse.
Necesita personas que sientan, que abracen, que lloren sin vergüenza.
Necesita corazones abiertos, no blindados.
El mundo necesita gente que no tenga miedo a mostrar su verdadero yo.
Así que si tú, como yo, has sido llamada “demasiado sensible”...
No te escondas.
No te enfríes.
No te traiciones.
Porque lo que tú tienes es algo precioso.
Algo que se debe ensalzar.
Y nunca será debilidad.
¿Tú también has sentido que tu forma de sentir era “demasiado”?
Cuéntamelo, quiero leerte.
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En este espacio abrazamos la ternura, la reflexión y la belleza emocional.
Aquí se escribe con el corazón.
Me ha parecido increíble como algo tan sensible lo has transmitido de esa manera de verdad, me encanta. La sensibilidad es como un Don que no todo el mundo tiene y por ello parece que tenemos que esconderlo o reprimirlo, cuando es todo lo contrario ya que es una parte que nos diferencia y nos hace únicos, que nos hace brillar. Es verdad que en esta sociedad no se valora este tipo de personas, pero nadie tiene que ocultarse por ser sensible todo lo contrario lucirlo como una seña de identidad que nos hace ver y sentir las cosas de otro modo muy especial. Pd: un chico sensible ✌🏼
Me sentí sumamente identificada con tu texto, en muchas situaciones he rogado al cielo o a quien sea que esté allá arriba que me permita ser menos, menos sentimental, menos intensa, ver todo de forma fría, con menos ternura, pero en ese instante algo pasa, la risa de un ser amado, mi flor favorita floreciendo, mi perrita mirándome a los ojos, el cielo de colores hermosos y es ahí cuando me doy cuenta de que la sensibilidad es mi cualidad preferida porque me permite ver con diferentes ojos el mundo, y si, a veces llega a ser agotador, pero no deja de ser maravilloso, como dicen “sin ternura somos tierra seca que se agrieta”.